El arte no tiene sexo

A lo largo de la historia del arte a las mujeres se les ha relegado a la invisibilidad.

Como artistas no se les ha reconocido su trabajo y, en más de una ocasión, su obra ha sido apropiada o atribuída a algún artista masculino.

Con la excepción de algunos casos puntuales, como el de Artemisia Gentileschiu, su presencia en el arte quedaba relegada al mero papel de musa inspiradora para el hombre artista o como modelo de sus obras.

A finales del siglo XIX, aunque aisladamente, mejoró su presencia en talleres que las aceptaban plenamente y a algunas mujeres, como Berthe Morisot se les reconoce ya su trabajo artístico.

No ha sido hasta la década de los años sesenta del pasado siglo XX, gracias a las vanguardias y a los movimientos feministas, cuando a la mujer artista se le reconoce y se le otorga un rol aparentemente igual al del hombre artista, aunque hay que reconocer que el mundo del arte sigue estando mayoritariamente regido por hombres en todos sus aspectos.

Como señala Semiramis González, “el mundo del arte, que de por sí es una disciplina humana y social, reproduce el modelo del patriarcado, circunstancia por la que las oportunidades de las mujeres artistas nunca serán iguales a las de un artista hombre”.

Hay que seguir trabajando para que el arte no tenga sexo.